Cartografía (1999)/ Tiempo entero (2002)/ Terraria (2006)

miércoles, 26 de agosto de 2009

CARTOGRAFÍA [1999]

I

AL PASO

Ora sono ubriacco
d’universo…


Giuseppe Ungaretti



IGLESITA

Aguda.
De pronto.
Surges
en mi pensamiento.
No en mi pensamiento.
En el aire
No en el aire.
En un instante
Entre los pájaros.

Iglesita.
Resguño
del mediodía.

Alto acertijo
de cal.
*


CALMA

Esto.
Bello y exacto:
el islote.

Son las tres de la tarde.
Todo es inmenso
y todo es claro
en este instante
de elevado silencio.

En torno nos rodean
Muros de horas ciclópeas.
Zumba el calor
bajo esto árboles
de cristal.

Ruinas y lagartijas
color de azufre.
La hora se vacía.
El aire es tiempo.

Sólo el insomnio
de un limonero
sobre el islote.
*


LA TARDE

Olas suspensas de
la tarde.

Olas —níqueles— crespas.

Lenguaje
del sol: una bandada
geometriza la luz,

Olas paradas en el aire.

La bandada,
las olas
contra las rocas.

La tarde
tan simple.
*


PUEBLITO
Todo se diría ahora en reposo bajo el blanco. La brisa ardiente sopla sobre el reseco y arcano mediodía de polvo. Las aulagas que pasan por el borde mucho arqueado de la tarde en la avenida.
En el silencio se diría que todo descansa ahora en la humeante soledad de la sombra, en los quietos perfiles de los muros abrasados.
Miro los paseos muertos, las ramas dobladas sobre el suelo, el balcón abierto en el aire luminoso. Miro los laureles inmóviles, soplados lentos, sin girar en esta, se diría, densidad acidiosa del verano.
*

DUR EL SHUEIR

Pinos sin hálito.
Tañido de campanas.
Cigarras muertas.
*

PUEBLO

Calles desiertas. Sombras
de árboles sin sombra
sestean bajo el yerto
sol de mediodía.

Oigo el reposo de la sangre
reseca por los toldos. El golpe
de la brisa quemada
en las hojas sedientas.

Fibras, polvo, ceniza.

A lo lejos,
quietos pinos cabecean
con beatitud de sueño.

Y yo, solo,
entre altas murallas de encierro
fatigo las estancias
del laberinto.
*


PENTECOSTÉS

Arden de súbito
al paso de la imagen
rostros devotos
*


Entre en la casa.
Viejas fotografía.
Rostros extraños.
*


DE PASO

Me he despertado
de un largo sueño, Miro

por la ventana. Abajo
crepita la terraza desolada,

vibra el aire en esta hora
vacía, de calcinación.

Los jacarandas
envuelven la casa,

se mueven quietos
en el aire caliente.

Sólo va y viene
(astilla de diamante)

una libélula invisible.
A lo lejos se escucha

una radio cantando
tediosamente.
*


IDEA FIJA

Anoche. Vistos
por un instante
(no con mis ojos:
con mi mente)

al pasar
pensativo
solitario

junto al aljibe desdentado,
aún más reales sobre el agua,

la luna
los pinos
mi rostro.
*


APUNTE

Al pasar
ahora mismo por este
jardín

Recuerdo la enseñanza
de Bashó a
Kikaku
(el de la pimienta):

libélulas, guindillas.
Qué importa.
Ponle alas.
Quítaselas.

Pero haz que vuelen.
*

APUNTE PARA UNA PINTUR DE ZHU DA
(ROCA MUSGOSA)

Roca blanca negra.
Contiene el vacío.
No contiene
nada.

Roca.
Materia página
ardes y vuelves
de nuevo a la materia
del principio.

Roca negra
estás en el fin
blanca sol, flor
Del comienzo.

Zhu Da.
Vieja mula borracha.
Sorda roca.
(Nunca lo sabrás
Hombre montaña.)
*

PENSIÓN

Sobre la mesa
fósforos y cigarros
de los amantes.

(Edgard Hopper)
*

VENTANA

La mañana entera.
Diminuta. Invisible. Cantarina.
Sobre el lecho de lluvia.

Rayo de jade
entre las hojas gigantes
del gran banano.

Oigo una rana.

Ella canta.
Yo escribo.

II

SÍMADROS

Olí en el aire el cuerpo de la higuera
Que me llegaba fresco desde los óleos del mar.

Odisseus Elytis



I

La calma del mediodía junto al mar, los guijarros ardientes.

De pronto oí el aldabonazo del cíclope resonando en los mosaicos de la villa. El toque del símandro entregado a las terrazas bullentes del aire.

La vieja ermita, abandonada, suspendida en el alto secreto de la tarde. El cíclope de cal azotado por los círculos silenciosos de los pájaros.

Oigo las pisadas sobre la tierra crujiente, las voces dormidas bajo los limos de los soles, nuestras sombras brillantes rodando en los guijarros del verano.


II


Mediodía.

Las cabezas incendiadas en el deseo del sueño. Las amarras derruidas bajo la sílaba implacable de los soles.

Fibras. Semillas. Polvo negro.

Ved las huellas de otros seres altivos, dije. Oíd el murmullo de la aldea sumergida en sus ruinas insomnes.

Todo está solo. Las piedras labradas junto al oleaje negro, los ramblizos solitarios, los cardos enceguecidos en mitad de la tierra candente. Y luego, más allá del barranco, entre fibras de ramajes ondulantes, entre semillas doradas, entre polvo aún más negro, dije:

Ved la transparencia del dios que palpita en la oscura sed de las aguas.


III

No había nadie allí, junto a la casa y su quietud. Sólo el silencio del sol en aquella hora de alzada transparencia. Nadie. Sólo la casa y el rancio olor de los olivos junto al camino polvoriento.

Contemplamos las paredes en lo oscuro, pasé mis dedos ciegos por la roca, por los pigmentos de sacro fulgor. Y vi sus rostros de repente iluminados por el nimbo de luz de nuestras velas. ¿Qué habían esperado tanto tiempo al borde de las aguas sin tiempo? Túnicas rojas, máscaras de oro, árboles dibujados con óleos y cenizas, y el ave allí en el cielo de la bóveda, extinguidora, prendida de la mano misma de la muerte.

Se decían adiós con lenguas de humo, inmóviles, mientras bajaban escaleras de piedra hacia otras aguas más oscuras.


IV

Descendíamos en la claridad por las escalas vaporosas de la roca.

El barranco polvoriento surcado por cimitarras de sombras invisibles. Támaras de aire. Támaras ardientes sobre el espacio sagrado de sus sombras. Y las silbantes cabelleras, sonámbulas, volcadas en la tórrida espesura del barranco.

Descendíamos.

La claridad, la brisa jadeante, las voces ausentes que luego oímos desde las cimas, por los matorrales de quebradizas púas.

Voces cegadas hasta el borde marino de los muros.


V

Otra vez, el viento, sus espiras mortuorias que fluyen densamente en hora altiva.

Gime, gime pesantez, agua oscura. Gime fibras y semillas en este final rizamiento de la tarde.

El viento, por el enigma ansioso de los muros, golpeando las palmas de la trémula aldea en su tartana de guadañas herrumbrosas.

El viento, allí contemplado, allí erguido, Argos vigilante, multiforme, el viento junto a la roca y su meditación.

El viento densamente descendido hasta los surcos intangibles de la muerte.


VI

Nos detuvimos bajo el cuerpo leproso de la higuera. Bajo su sombra danzante en pospatios de piedra.

El mar había traído el olor de los cuerpos durmientes, el derramado brillo de sus cabelleras dilatadas como resina por las espaldas sumergidas de la villa.

Luego vimos en la capilla el fulgor de recogimiento, el fuego obediente de la llama flotando sobre el disco de cera. Vimos la estatuilla, la diosa pequeña del lugar, ofreciéndonos en la penumbra de los arcos el pálpito desnudo de sus pechos.


VII

Nadie. Solamente el islote vibrando hasta la profundidad de las simas y las aguas abajo.

No había nadie allí. Sólo el toque inmóvil de la campana, como un ánfora de fuego, suspendida en el confín de la tarde.

Íbamos solos, callejones arriba, entre las últimas casas. Vimos los cirios encendidos en la umbría de los cuartos, el viento calizo adormecido en el áspero pecho del verano.

Nadie. Solamente el islote vibrando, allí, en lo nocturno hasta los círculos abismales de las simas, hasta los limos espesos donde habitaba el silencio.


VIII

Bajo los torbellinos de la luz, en la ciega oquedad de la tierra perdurable: los cardos inclinados hasta su abolición, las aves replegadas en los mantos de la noche.

Nos quedamos inmóviles un momento, contemplando las olas resplandecientes, ágiles platas, por los mosaicos marinos de la villa. Inmóviles para escuchar el símandro en la altura, para ver el relámpago de luz definitivo a través de los riscos dormidos.

Bajo los torbellinos, al fondo de los vésperos, allí, cerca de la ermita lentamente varada en el ocaso.

III

Al Paso



Passejaré per l’ordre
De verds xiprers immòbils
Damund la mar en calma


Salvador Espriu


DOS INSCRIPCIONES

Yo, por el arrecife,
Y el vuelo del halcón
Sobre mi sombra sola.

Jamás se cierna
La maldición de Tántalo
Sobre estas islas.

(Arquíloco de Paros)
*

Llegué a la finca.
Las persianas tapiadas.
Sólo los perros
Ladrando a otro fantasma
Me salieron al paso.
*


Hace ya tiempo
Que vivieron aquí
Las extranjeras.
El siroco de agosto
Azota estos jardines.
*


La escuela abandonada.
Galpones destrozados.
Ya no escucho las voces
De los viejos amigos.
*

PALYA

Por los mosaicos de piedra,
Bajo la sombra bullente
De las palmas, descendimos
Hasta el sueño de las aguas.
*

PUNTA DE LA RASCA

Lugar de espanto y polvo negro,
Donde sólo escuché el murmullo
De cal y viento de los muertos.
*

LIMONERO
(AGNES MARTIN)

Mira el limonero sobrealumbrado centro del fuego cernido sobre la tierra su materia incinerada vibra brillante escritura de materia en sombras disueltas bajo el árbol dormido a mediodía en el sentido del aire un limonero vibra sobrealumbrado en esta hora del espacio materia de escritura en calma duerme fuego duerme materia duerme limonero.
*

A PARTIR DE UNGARETTI

Quién me ha traído
Entre ruina y desiertos
Hasta esta playa
Donde el viento salino
Cruza mis ojos ciegos.
*

TEN-BEL

Pasé a través de estos jardines yertos
Como pasamos ciegos y perdidos
A través de un espejo sin imagen.
*

¿A quién aguardo
Enfermo es esta casa
Desconocida?
*


PENSAMIENTO

La persiana ciega el volumen de la tarde.

Oigo el sol en secciones de volumen negro. Palmas y discos agitados en la tarde de polvo negro entre el ramaje oigo el ahogado zumbido de las horas tras la persiana disecada.

Pienso: no hay nadie en el follaje brillante de los pinos, nada fluyendo en la risa del agua. Sólo el murmullo del aljibe, el sopor de los insectos, el jadeo de la tarde que entra y sale de este sueño, la serena curva del camino. Sólo segmentos de sombra negra sobre la mesa donde escribo: pienso el brillante silencio, el ahogado zumbido donde escritura y sentido y persiana ciegan al volumen negro brillante de la tarde disecada.
*

Siguen sobre la arena
Aún las viejas sandalias
De la mujer ahogada.

(Playa del Monis)
*

SUR

Todo está como ausente
Y detenido ante mis ojos.

¿A dónde cruza el viento con voz trémula y perdida?

Sur, este es el signo
Que trazo sobre el muro
Para saber que he estado aquí, solo,
Con las estatuas transparentes de los muertos.
*

NOCHE

En los estanques nocturnos
Mi pensamiento vigila
La quietud del infinito.

(Giacomo Leopardi)

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